Vamos a ser sinceros.
Si mañana te montas un chiringuito en la calle vendiendo café a 5€, te comes los mocos.
Pero hay un tío que lo hizo… y hoy tiene más de 35.000 cafeterías en el mundo.
Se llama Howard Schultz y convirtió un puñado de tiendas de café en Seattle en una religión con espuma de leche.
¿Cómo?
Vio que en Italia la gente no iba a las cafeterías por el café. Iban por el ritual, por el estatus, por la experiencia.
Así que cogió esa idea, la importó a EE.UU. y le metió un sobreprecio brutal.
Lo que en un bar de barrio costaba 1$, en Starbucks costaba 4$.
Y lo peor (o lo mejor) es que la gente LO PAGABA FELIZ.
Porque no era café. Era el rollo de sentirse especial sosteniendo un vaso con su nombre mal escrito.
Bien, pues esta historia te enseña que si piensas que la gente compra productos, estás equivocado.
Si entiendes que lo que la gente compra es la experiencia que tienen al usarlos, bienvenido al club de los que hacen pasta.
Porque si no fuera así, ¿por qué la gente compra un bolso de Prada por 8000 euros?
Ahora bien, si esto lo has entendido, tienes que entender tu negocio y hacerte las preguntas clave.
¿Estás vendiendo lo mismo que todos, peleándote por un mísero margen?
¿O estás vendiendo algo por lo que la gente pague LO QUE SEA solo por la sensación?
Bien, para que entiendas este concepto, haz algo que te lo va a dejar muy claro.
Ve a una cafetería, pide un café y fíjate en cuánta gente paga sin rechistar por él.
Y si en tu ciudad hay un Starbucks, haz lo mismo, ráscate el bolsillo y tómatelo en uno de sus asientos cómodos observando a la gente y la sensación que percibles.
Cuando lo entiendas, vuelves y te suscribes.
Te espero.
Paco.
PD. Si lo prefieres, te puedes suscribir antes y después ir. En todo caso, prueba la experiencia. De verdad, hazlo.